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imagen con plumas Marcia Collazo


MARCIA COLLAZO

A Claudio Rios


no albatros ni gaviota ni la melancolía de un carnaval de jueves veneciano
(sino arrebol de raso y lentejuela, viajero largo de una tierra sin nubes, amante de arcoiris y de un color antiguo que brotó de la tierra
eras de algún lugar de gente de risa afuera/ sonrisa de centella contelación de orión sobre las siete orillas de sal de las ciudades
venías en el carro de guerra de tu nombre/ orillando la fama de aquella orlada nube de terciopelo azul / entrabas por la puerta mayor del escenario
(ataviado de plumas que soñó con dios
fino espejo de sombra que te divide la piel en dos memorisa, una para los días de fiesta, de ponerse alegrías o por lo menos un talante de gata, un vestido talar por donde van temablando despedidas / vibración de garganta miel espesa / o el eterno cuplé
de la cuerda rasposa que te ataba a una estreooa
otra para el azul voraz de la inocencia, para nombrar apenas el dulzor maternal
(o imaginar a todos tus amigos parados en racimo de júbilo al borde del camino agitando el color de
una razón de siembra que no pidió razones
después vinoi tu nombre con tu traje de plumas/ pájaro de un ayer naufragado entre mesas de bar y madrugadas/ tinta nudo de chispa levanta la palabra como una mariposa y te regala una historia para que me la cuentes / todas las cosas están aquí de pie esperando tu paso con los ojos abiertos.
(yo solamente te quería pensar

HUMANIDAD Milka Sobrero


MILKA SOBRERO

Hacia el infinito
jugamos escondidos
calesas de alientos,
galaxias de complot.
Seres fantásticos guían
tinieblas de hechizos.
Inmortales, añorados
transitamos escalones
de ilusiones en cristal.
Lloramos el viento
esperanzas olvidadas,
cuarzos encarnados,
chatarras mal heridas.
Negamos el retorno
delirando piedad.
Caemos en pajar de estrellas
asfixiadas de ónices
en calesitas vacías.
Exaltamos nuestras manos
rogando no retornar.
Astros voladores
lanzan juramentos
de jinetes armoniosos
y nos elevan a la realidad triste.
- Sólo transitan
unión de corazones
con áurea de libertad.

Viajes y destrucciones Clara Gabay


CLARA GABAY


Destruirse es viajar sin distancia
Es soportar, sentir sufrir el cambio
Es viajarse uno mismo hacia la muerte

Viajar es destruirse en el camino
Es como comenzar a ser como de río
De asfalto
De nube
De metal
Viajar es comenzar a morir eso que somos
En el telar, el pan o la palabra
O en la fábrica donde se martilla
El tiempo de la bruma y la rabia
Hasta que estalla!

Poesía.


Julia Galemire


Pisas rosas invisibles
sobre los caminos
que tramaron
tus pasos

Eran caminos antiguos
sin hierbas ni areniscas
limados de perfiles
de silencios, de oraciones

la memoria
tendió novedades
y se deslizó coronada
de fuego

Entre tanto
el agua cayó
cayó sobre el agua
desde el borde del cielo

Sin saberlo
una lóbrega rosa
entre el impulso
y la opresión

Buscó en la región sin lágrimas
bajo el soplo del aire
como encontrar
la hora

No uso muchas palabras Julia Galemire


JULIA GALEMIRE

No uso muchas palabras
solo las que se escriben
en un texto a ratos
iluminado, a ratos
poéticamente enunciado

Prefiero las palabras que se
pierden en un rito por las calles
las que se encierran en un sortilegio
de fiesta y vida cotidiana
aquellas que son como murallas
liberadas de toda censura
y de mezquinas aprehensiones

Las que se encienden de cálidos mensajes
las que se pronuncian por amores comprobados
las que son apenas aventuras
las que vuelan
diferentes

Ellas me permiten sentarme
junto a los relojes de la tarde
en los mismos suburbios de las
horas para escuchar la plural unidad de la escritura.

PARA MI José Villaverde


JOSE VILLAVERDE


bajaste del del cielo para mí
para amarte
para amarme
desnuda
porque tu cuerpo devora lo que le pongas encima
a jugar con mis fantasías

como un duende que viene a negociar mi vida te encontré frente a mi
para no separarnos más
para seducirnos
para vivir con pasión
para revolcarnos juntos en cada rincón que encontremos
para procrear

eres el marco que contiene a mi alma
el muro que sostiene mi esencia de amor
las gotas que caen de tu vientre son el elixir que me sana
por eso yo las bebo, yo las bebo
prométeme que no faltarás a mi sepelio
sencillamente porque no soportaría ir al tuyo.

media tarde del jueves 21 de febrero de 2008 Diana Correa


DIANA CORREA


lento y sin rumbo fijo, como esa tristeza que se mastica, sin otra idea que la propia tristeza, el sol disuelve las sombras, los paso, los sonidos.
En la gran sala roja del museo, fragmentos de una totalidad humana mirando con ojos muy abiertos, sin reproches pero con una seguridad sobrecogedora, un convencimiento, una afirmación de esta vida y todo sufrimiento y la misma pregunta que no busca palabras, la pregunta que surca las miradas, hecha muda desde su incontestable absurdo - tanta sed tanta hambre tanta piel devastada en tierra de polvo de piel saliva polvo tiempo polvo volado despreciado feroz...-
sin lágrimas, sin demandas, confiados en la luz apenas asomada y total desde los oscuros y las sombras y los verticales y los fragmentos de los ojos las narices los huesos los pedazos... "pedro-rojas-así-después-de-muerto-besó-su-catafalco-enangrentado..."

Viejos Pactos Nuevos Guillermo Lopetegui






GUILLERMO LOPETEGUI


Se podría escribir un diario breve de ti.

Comenzarlo hoy, ayer o mañana, no sería sino hacer una crónica de siempre el mismo día, siempre la misma noche.
¿Y la hora? Es esa en la que te incorporás en la cama o erguís sobre la silla o estirás los brazos tensos apoyando las manos contra los mosaicos de la pared del duchero mientras te dejás seguir salpicando de sensaciones calientes bajo esas pompas de jabón que te cubren el no poder o simplemente no poder dormir.

Es esa hora en la que la taza mañanera de lo que haya en algún frasco o sobre, bebida a desgano de pie contra el borde de mármol de la mesada de la cocina, resuelve la imposibilidad de un prácticamente idealizado desayuno suculento frente a compañías que no existen.

Es esa hora en la que la pieza del hotel barato se llena con el resplandor intermitente del luminoso de neón, afuera, adosado por el armazón de hierro al edificio de pocos pisos, finisecular, de antigüedades diferentes al sabor de aquellas que desde el recién estrenado long play o de la clase de repertorio circunstancial con la romanza, el aria o la cabaletta honrando a Bellini, Donizetti, o Verdi celebraban tu arribo a un mundo que, desde la pieza de hotel barato, ahora una música de saxos y teclados tristes te lo evoca lejano , sacudiendo ese pensamiento que remite a lo primigenio; al primer grito; al nacimiento, arrancado para las sonrisas que se inclinan, consulares, a la mirada y temor inaugurales precediendo el camino hacia cierta pretendida madurez andando deletreos, primeras audiciones, lecturas descubiertas, soledades de erizantes fervores creadores, donde la excentricidad de una luz de vela desechando televisores o juegos electrónicos, se volcaba sobre la página garabateada con aquel primer poema pretendiendo entronizar para imposibles glorias futuras la inquietud de los besos que fueron edificando los primeros amores y también las lágrimas que no se querían mostrar, que se sufrían haciendo rodar al abismo las esperanzas perdidas frente a los también primeros e imprevistos, impensables engaños.

Así, desde la habitación de hotel barato alzás la mirada al ventanal abierto por donde penetra una agobiante noche estival que te empuja a encender otro cigarrillo, a servirte nuevamente ese vaso de un whisky que te ayude a andar a través de las horas que fueron, que son , que serán, aguantando la soledad sobre tu peso, difícil de medir, de La Nada, La Nada cuando te llega en la forma de esas llamadas que hacés consultando una vieja agenda en procura de que una voz amiga te recuerde, desde quizás una carcajada circunstancial, el tiempo de la alegría; que una voz risueña te prometa pasiones renovadas en pocos minutos, cuando un taxi deposite en la madrugada de la entrada del hotel un cuerpo próximo a acariciar y abrazar, un peinado próximo a quedar en pelo revuelto cuando tus dedos nerviosos, presurosos, se hundan en él procurando en los besos, en la lengua recorriendo la piel, y en el aspirar nuevamente aquellos olores que te devuelven a tu triunfo sobre ese jadeo arqueado entre tus brazos, encima tus muslos, la celebración de ti mismo.

Pero las llamadas no fueron contestadas y aquella indiferencia te llevó a revisar pasados errores en procura del perdón, de la redención.

Las dudas acumulándosete en un rostro desencajado por el abandono en forma de barba de varias semanas te arrastró hasta la puerta de aquel tempo, en donde dudabas de si entrar o no, porque en el fondo de aquel estado tuyo suponías que entrando, arrodillándote y entrelazando los dedos de esas manos que te temblaban, la oración, el ruego fallarían, porque seguramente el Alabado seas se perdería en la ineptitud para pronunciar más o menos inteligiblemente la palabra torpe o infelizmente elegida.

Por eso encendías el cigarrillo, como ahora; por eso dejabas atrás la posibilidad de penetrar en el pórtico de aquel templo, recordando en cambio los neones apagados, desde hacía décadas, de boliche esquinero vagamente iluminado en su interior por aquel tubo de luz que apenas llegaba a la sonrisa amarillenta sombreada por el gacho que parecía estar cantando desde siempre un tango a los triunfos que no eran tuyos, ni los de aquellos que, acodados al mostrador de mármol opaco, saludaban inexpresivos tu llegada a un universo de viajes no programados y donde los derroteros los iban trazando las copas que te invitaban o con laque invitabas, al tiempo que te volvías desde el mostrador a la entrada o salida de aquel boliche y lo único que veías era una boca abierta a la oscuridad que parecía ya habérselos tragado a todos los que te rodeaban, casi incluyéndote a no ser por ese pensamiento vago; ese pensamiento que te asaltaba nuevamente de que tal vez, por qué no, podía existir una salida. Salvación, le llamaban algunos; otros simplemente salida, cuando una voz en el boliche o en la calle, o simplemente consultando en tu casilla de correo electrónico a la que accediste desde cualquiera de esos cibercafés trasnochadores te hablaban cierta Tercera Profecía describiendo la llegada inminente de los últimos días previos al Juicio.

Y es la voz del boliche, o en la calle, o abriendo tu correo en el cibercafé barrial, quienes te informan de desastres inminentes a través de esa dichosa Tercera Profecía que augura la inminencia de los últimos tiempos.

Es cuando, metido y casi perdido entre aquellos otros que siguen libando, o caminando o encorvados junto a sus respectivas casillas de correo electrónico, mirando a tu alrededor por unos momentos, considerás que si se aproxima algún tiempo para ti es ese que te anuncia lo inminente de tener que hacer algo; algo antes de desaparecer para la indiferencia de los demás o para la indiferencia del universo.

Y con esos pensamientos dejás el boliche, la calle, el cybercafé, para desandar tus pasos de retorno a tu último rincón, desconocido para los demás.

Entonces, desde la pieza de hotel barato es cuando resolvés consultar esa “ánfora de sabiduría” que hace años te regaló alguna pitonisa de por aquí nomás; de esas que sobrellevan el día a puro cigarrillo y estabilizadores de humor y es cuando metés los dedos por el agujero de esa vasija de arcilla y revolvés, mezclás, entreverás una y varias veces las palabras que la pitonisa recortó una vez, hace mucho tiempo, cuando te creías dueño de ideas más claras; dueño de cierta certeza del camino que se suponía debías recorrer y no como ahora, cuando caminar simple-mente son tanteos, casi saltar los reflejos de la luna contra el pavimento a la búsqueda circunstancial de la mercancía perfumada, de la piel tersa y trescientos pesos y el hotel y “si no tenés casa o apartamento y vívís solo” y lo que resta es resolverse hasta que sacás los dedos con esa palabra apretada entre las yemas amarillentas de nicotina.

Volcás la letra en la palma abierta de la otra mano y leés , releés varias veces; recordás entonces la voz aguardentosa salpicando saliva cerca de tu hombro y susurrándote, o a cierto mendigo sentado o casi arrumbado en un extremo del frontispicio de la iglesia o desde el contenido del correo electrónico abierto en la soledad de otra madrugada, las características de ese mensaje apocalíptico en medio de tus horas de cigarrillo, tus entreluces de luminoso junto al ventanal de la pieza de hotel barato, esa pantalla en blanco que en principio es tu mente, pero en donde más tarde o temprano te reformulás esa palabra que antes te proporcionó tu propio deseo de consultar a alguien o algo que esté por encima de tus limitaciones, a través de esa ánfora de sabiduría.

Releés la palabra.

Pensás en ella.

Es un nombre que ya no te da miedo pensar, leer, escribir en tu mente…

…Entonces, un repaso a cierta tradición de viejos pactos, de nuevos pactos, de viejos pactos nuevos, te invade a esa hora cuando el cigarrillo se enciende con la colilla del otro; cuando el mensaje apocalíptico se recuerda o se relee, cuando se piensa en el rostro perdido y entonces se admite la posibilidad; se piensa en los viejos pactos nuevos y se admite la posibilidad de sí, por qué no, si lo que queda es tan cambiante; es esta oscuridad a veces invadida de ciertas breves ráfagas, flashes de una luz que no se retiene o que aparece para por momentos señalar un camino que lleva a la meta de una salvación que está lejana, cuando entonces vuelve la oscuridad apenas atenuada por el luminoso que guiña afuera, adosado al costado de la entrada de hotel barato; la llama del cigarrillo resplandeciendo junto a tu rostro pensativo o al ceño fruncido de dudas, cuando releés cierta palabra ambigua, cierto nombre que bien te puede hacer mirar al Arriba o bien al Abajo, porque por momentos viene acompañada de un rostro de luz y otras con uno de sombra, y es cuando pensás hasta qué punto ciertas entidades y ciertas situaciones serán imaginarias.

“Viejos pactos, nuevos pactos” te vuelve a la mente. “Viejos Pactos Nuevos”, pronuncian tus labios, sacudiendo el cigarrillo a medio consumir, los hielos de ese vaso que se volvió a llenar de whisky y del que antes tomás otro sorbo.

Entonces, dejando de lado simples cientificismos, releés la palabra o la recordás; luego la invocás a media voz; tomás nuevamente del vaso de whisky, tragás saliva, respirás hondo y hacés formalmente cierto pedido que en principio te parece una reacción estúpida, atolondrada, loca, extrema, producto de esa soledad de la que no da cuenta nadie sino tú, cuando mirás at u alrededor y repetís la acción de pronunciar en voz más alta y decidida el nombre; aquel nombre del Arriba, del Abajo.

Formulás el pedido y agregás eso que te costó más aceptar como necesario para que el pacto tenga su validez; la parte que te corresponde entregar por el triunfo anhelado; el destino final de tu alma a cambio de la concreción del genio en esa obra en ciernes, cuyo resultado unirá tu nombre al de Marlowe, al de Goethe, al de Mann.

Acabado eso te quedás aguardando.

Encendés otro cigarrillo.

Bebés otro vaso de whisky en cuyo interior echás la primera exalación del humo de tabaco.

Te detenés en un breve éxtasis frente a los guiños del luminoso allá afuera, como fragmento de una ciudad que se te antoja distante pese a asomarse en artificios nocturnos al marco del ventanal abierto.

Echás una mirada circular al entorno que te rodea y que por un momento se te hace extraño, cuando sentís frío y te invade cierta sensación de desamparo y de un imposible poder volver a lo primigenio después de lo que resolviste llevar adelante, a través de ese camino hecho de fugaces triunfos y futuras oscuridades definitivas por donde en pocos instantes más, luego de invocado ese nombre aparecido en medio del discurso de un borracho, o de un mendigo, o de un mensaje cibernético o simplemente en la palabra revelada por el ánfora que tu impotencia y tu deseo y tu desesperación consultaron, iré avanzando a tu encuentro.

Arrogancia Milka Sobrero


MILKA SOBRERO


Pasan los tiempos de nuestra estadía,
tangibles, principiantes,
ávidos de conocimiento cabal
sin captarl la esencia de subsistir.

¿Dónde llega nuestra soberbia?
¡Ignorantes!

¿Inteligentes?

Reflujo de errores,
culpas remachadas,
Temores oscuros nos reinventan.
Creemos conquistar
y continuamos novatos.

Pasan los tiempos de esta corta estadía.

Todo fue
Ya no estamos.

¿ COMO CONSTRUIR POLITICAS PUBLICAS ?. Gustavo Dans



Lic. GUSTAVO D. DANS


El último informe de UNICEF y un artículo reciente de la Maestra yPsicóloga Social, Daisy Tourné, dejan al descubierto las dimensiones del drama social que vivimos y muy especialmente, la exclusión social que afecta a un altísimo porcentaje de nuestros niños y jóvenes.

Ante este cuadro social de necesidades el Estado ha respondido con políticas sociales asistenciales, focalizadas, de corto alcance. Mientras la sociedad civil, expresada por un conjunto heterogéneo de actores, oscila entre asumirse como colaborador pasivo de los programas estatales o proyectarse como un actor autónomo, que negocia con el Estado y participa de la elaboración y ejecución de las políticas sociales.

El punto de partida para diseñar políticas públicas es romper con la visión que tenemos del pobre y de la pobreza. “En nuestras sociedades existe un estigma sobre la pobreza y el pobre es tratado
como un ser inferior al cual las instituciones públicas, religiosas y de la sociedad civil creen su deber tutelar. El pobre es un objeto sobre el cual se actúa y experimenta; en algunas ocasiones se escribe y siempre se representa” * Para combatir la pobreza es necesario partir de la idea de que el pobre es un sujeto de derecho. En segundo lugar, que los pobres tengan poder. Y para acumular poder tienen que desarrollar sus organizaciones, sus propias formas de trabajo y ser autónomos. Esto es, estar en capacidad de negociar con otros desde sus intereses. La tarea no es por cierto sencilla porque en general los otros actores sociales se encargan de desalentar estos procesos.

La idea de reducir la participación social a los asuntos prácticos (colaborar, participar en algunas tareas, opinar sobre asuntos secundarios) o querer encasillarla en un orden funcional a las
instituciones (imponiendo procedimientos administrativos – burocráticos ajenos a la cultura popular) no hace sino garantizar el fracaso relativo de las políticas sociales. En todo caso, seguramente no van a poder ser sostenidas en el tiempo, porque el soporte de toda estrategia de lucha contra la pobreza es la organización social y no los recursos que el Estado pueda estar en capacidad de disponer para los programas.

En segundo lugar, tenemos que admitir que las dificultades para descifrar las nuevas realidades sociales no son pocas y muy probablemente nos vamos a ver en la necesidad de construir
nuevos recursos institucionales, nuevos espacios de diálogo y de reflexión entre la sociedad civil y el Estado, nuevas categorías de análisis y nuevos métodos de trabajo social si queremos entender
cabalmente qué ocurrió que hemos ido pasando de una sociedad relativamente homogénea a esta otra que está alcanzando grados de heterogeneidad inéditos, y también qué nos está pasando.

La prioridad va a la construcción de nuevos recursos institucionales y de espacios de diálogo y negociación entre las expresiones de la sociedad civil y el Estado. “Es ilusorio pensar que vamos a tener éxito delegando una tarea de esta importancia en estructuras burocráticas y centralizadas, en manos de funcionarios y de técnicos con concepciones y métodos de trabajo social arcaicos,
que no escuchan, no ven, o peor aún, creen saber qué hacer siempre”

Las instituciones públicas del área social deben ser herramientas dúctiles, maleables, descentralizadas, que actúen como articuladoras de la acción comunitaria y social. Esto es,
exactamente lo contrario de aquello que tenemos.

El diseño de las políticas sociales debe hacerse desde las unidades sociales organizadas más pequeñas, en los barrios y parajes, trepar por los espacios departamentales y micro regionales hasta llegar a lo nacional y allí encontrarse con una instancia institucionalizada de consulta y negociación. Mientras los organismos especializados, los partidos políticos, los técnicos y los profesionales, aportan el rigor técnico y científico necesario a la calidad del diseño de las políticas
sociales, las organizaciones de la sociedad civil contribuyen con su conocimiento de la realidad concreta y con su responsabilidad social en la ejecución de las mismas.

Las políticas públicas vigentes en nuestro país en los últimos años han marcado el retiro del Estado, de algunas de sus funciones básicas y la transferencia caótica y desordenada de las mismas hacia la sociedad civil. El retiro del Estado ha generado espacios de poder que hasta el momento han sido utilizados por las instituciones para asegurar su reproducción (licuando los contenidos, despolitizando, favoreciendo las formas no políticas de participación de los pobres) Es tiempo que esos espacios sean recuperados por la organización popular y que desde ellos nos
vengan ideas, demandas y propuestas con calor humano.

Voces Anna Donner



ANNA DONNER


I.
Unos deliciosos golpes en la zona abdominal hacen caer por la mejilla de Gloria una lágrima. Esos golpes eran señales de que estaba vivo. Les quedaba poco tiempo. Ella quería recordar esas vivencias, quizá sería lo único que pudiera trascender de él. Por ahora estaba a salvo en un lago de líquido amniótico, le llegaba el aire a través del cordón umbilical. Pero, ¿qué sucedería después?

II.
Apenas había llegado a La Casa, habían subido a rastras a Gloria por la escalera. Una mano le apuraba el paso:
-No te hagas la viva, que soy un caballero, y te estoy tratando bien. - Decía una voz tosca. -¡Movete, carajo!
A duras penas, Gloria había logrado subir el último peldaño; tenía los ojos vendados.
-Esperá acá, y no te muevas hasta que yo te diga, ¿entendiste, piba?- dijo la voz.
Tras un lapso de quince minutos, la misma mano, la agarraba del brazo, y la arrastraba hasta que le dijo: - ¡Sentate!.
Gloria quedó esperando, mientras oía murmullos y gritos provenientes de la planta baja.
-¿Querés agua?- dijo otra voz, con un tono más amable. Gloria asintió con la cabeza, y le alcanzaron un vaso.
-Nosotros somos caballeros, y somos considerados con una mujer en tu estado, aunque ya te habrán dicho que somos unos monstruos, ¿cómo te sentís?
-Mejor, gracias- balbuceó Gloria con el poco aliento que le quedaba.
-Soy el Teniente Vargas. ¿Cómo te llamás?
-Gloria.
-Muy bien, Gloria, yo creo que vamos a entendernos muy bien vos y yo. Si vos me decís los nombres, te doy mi palabra que voy a hacer lo posible porque tu estadía con nosotros sea lo más cómoda posible.
-¿Qué nombres?
El Teniente Vargas levantó el tono de voz.
-Te traté bien, piba, y ¿así me pagás? ¿Me creés estúpido? - A continuación le gritó.
-Te doy una última oportunidad. Dame los nombres.
Gloria permaneció en silencio.
-Vos elegiste, piba- Unos pasos le indicaron que el Teniente Vargas se había retirado.
No habían pasado ni cinco minutos cuando la voz anterior le gritó -¡Arriba!- arrastrándola nuevamente del brazo. Gloria le seguía el paso y penetraron en otra sala. La mano la soltó abruptamente. -¡Desvestite, que no tengo todo el día, carajo!
Una vez desnuda, Gloria sintió nuevamente los pasos del hombre que se alejaba.

III.
Gloria quedó sola por varias horas. Tiritaba de frío, y se había acurrucado en un rincón. Ya casi había perdido la noción del tiempo cuando sintió un golpe en la puerta.
-¿Tenés frío, Gloria? - reconoció la voz del Teniente Vargas.
-¿Sabés qué tengo en la mano? Una manta Aurora, que traje de casa, ayer la compré para vos, pensé que te haría falta, ¿querés tocarla?
Gloria estiró la mano para tomar aquel preciado tesoro que Vargas le ofrecía. Pero apenas tuvo contacto con la manta, él la retiró.
- Si querés la manta, decime los nombres.
Gloria permaneció en silencio.
-Tengo una manta muy linda, muy linda y muy suave- cantó el Teniente Vargas.
-¿La Señorita cambia manta por nombres?.
Ahora Vargas montó en cólera.
-Vos sabés que acá, tiempo es lo que nos sobra, piba. A ver, ¿qué ganás haciendo silencio? Vos me das los nombres, y la pasás mejor.
Gloria tembló pero no dijo una palabra.
-¡Está bien! Pero recordá, Gloria que vos elegiste.
-¡Cayosa, vení!-gritó Vargas.
-¡Sí, mi Teniente! - Gloria reconoció la voz de antes.
-¡Prepará el terreno!
-¡Sí, mi Teniente!
Otra vez, del brazo y por la fuerza, Gloria fue arrastrada, desnuda, y depositada en una camilla. A continuación sintió que la sujetaban con esposas, y la inmovilizaron con cuerdas.
-Mi Teniente, ¡todo listo!- dijo el oficial Cayosa.
-Muy bien, muy bien - en tono de burla dijo ahora a Gloria - ¿Estás cómoda?
Gloria hizo silencio.
-Gloria - dijo Vargas suavemente, mientras le acariciaba la mejilla - ¿no preferirías decirme los nombres?- Las caricias a Gloria le resultaban repulsivas. Vargas siguió tocando su rostro.
- Sh. decime los nombres, es un secreto entre vos y yo.
-¡Muy bien! Se ve que estas putas gozan de que las maltraten. ¿Viste Cayosa? Les das amor, y te lo escupen en la cara, qué las parió! ¡Dale tres tandas de veinte, carajo!.
Gloria recibió los tres shocks, uno a continuación del otro.
-Por hoy, terminamos- dijo Vargas y se retiró.

IV.
Una mañana, Gloria se despertó con contracciones. Al principio, eran muy esporádicas, por lo que sus captores no repararon en ella. Pero, a lo largo de la jornada, ya no pudo soportar el dolor. El Oficial Cayosa, con una piadosa compasión ese día le alcanzó una bata para cubrirse, y la arrastró escaleras arriba, y la llevó Vargas.
-¡Teniente! ¡Llegó el momento! -
Gloria fue arrastrada a una camilla.
-No somos animales como vos creés, te vamos a sacar la venda- dijo Vargas.
Gloria abrió los ojos y vio un médico y una partera listos para asistirla.
El parto duró cuatro horas. La mujer que la asistió tuvo un dejo de sensibilidad y le informó que había nacido una niña.
-Se llama Sol. ¿Me permite ponerla en mi hombro?
-¡Sólo un momento, porque me la tengo que llevar!
Gloria sintió ese calor de su pequeña. el olor a su piel, le acarició la cabeza.
-¡Suficiente!- gritó el Teniente Vargas, que había entrado.
-¿Por qué me la sacan? - gritó Gloria, desesperada.
-Tenés que descansar- pareció conmoverse la partera.
- ¿Después la puedo ver?
No obtuvo respuesta.

V.
Gloria tiritaba de frío. Otra vez le habían vendado los ojos. Tenía los pechos hirviendo, por estallar.
Cuando el Oficial Cayosa le hizo la visita de control Gloria le preguntó por Sol.
-La beba está muy bien. Piba, esta guerra nos es contra los niños.
-¿Cómo va estar bien si tengo que amamantarla?
-No te preocupes por eso. Ella estará bien cuidada, y alimentada. Va crecer en una familia como Dios manda, no en una ratera de comunistas.
-¿Puedo verla?
-¿Estás sorda? Te dije que la beba está con su familia.
Gloria se quedó con los pechos llenos y las manos vacías.

despedidas Lucio Muñiz


LUCIO MUÑIZ


salvador




Cuántas tardes
transcurrimos en amigables discusiones
a medio entendimiento.
Ya no vamos a estar en la esquina
de Sarandí y Colón,
entre paredes generosas
formando un amplio espacio
que era/ casi todo/ de nosotros.
Las cuatro de la tardee
y hoy no salgo
ni voy sobre mis pasos
cruzando en diagonal la calle plaza,
donde en macetas,
mínimos jardines
pintaban la vidriera de tu casa.


Montevideo, marzo 10 de 2009


Bécquer Salvador Puig y yo mantuvimos una amistad de cuarenta y ocho años. Cuando más cerca estuvimos fue en los útimos seis o siete, y de 2006 a 2009. Durante el período de su enfermedad, hablábamos a diario o yo iba a su casa a menudo, tal cual hacía en los años sesenta, cuando además de juntarme con él lo hacía con Hernán, su padre. De ambos conservo innumerables recuerdos. No sabía que lo iba a extrañar tanto. A su muerte quedó algo así como puntos suspensivos , y en el contestador, dos llamadas de él que conservo y escucho con insistencia, haciendo de cuenta que está ahí, del otro lado, y una vez más invitandome a ir para mostrarme unas palabras, aunque éstas, "no entiendan lo que pasa".

OPINIONES DIVERSAS Marta Römer



MARTA RÖMER


En una antigua casona de una zona ya en decadencia, conocida como albergue femenino, se estaba acercando la hora de la cena. Una treintena de mujeres, que vivían allí pagando una cantidad de dinero de acuerdo a sus irrisorias pensiones, estaban preparándose para entrar al comedor. La mayoría ya estaba rondando en los setenta y ochenta años; ostentaban facciones marchitas, cuerpo magro unas y obeso otras, algunos deformados por el trabajo, el maltrato sufrido durante mucho tiempo, la desnutrición y las enfermedades. Vestían con extrema sencillez. La ropa debía proceder de donaciones ya que era evidente, las prendas, si eran faldas y blusas, tampoco combinaban en los colores o dibujos y la mayoría de estos ya estaban muy descoloridos, en cambio revelaban limpieza y planchado. Como establecían las reglas de la institución, las pensionistas, formando fila de a dos en el pasillo, a las siete en punto, entrarían al comedor que abriría su enorme puerta en ese instante. Lentamente iban a circular con movimientos marcados: tomar la bandeja,cubiertos y servilleta, vaso con agua y un pancito, el recipiente con el postre, otro paso más adelante y la empleada de cocina, ayudada por una de las internas en condiciones de hacerlo, les ofrecería un plato de comida caliente, sencilla, unas veces más sabrosa que otras, en cantidad suficiente para satisfacerlas.
Observando la fila estaban dos funcionarias administrativas que colaborabancon la institución. Una comentó a la otra:
- No veo a Josefina. ¿Estará enferma?
- Salió a cobrar la pensión y como siempre va llegar más tarde que lo permitido. Se aprovecha de la benevolencia de las autoridades y hace lo que se le antoja.
...
Josefina llegó a la plaza, eligió en banco que le convenía, dejó un paquete con asas a su costado, a punto de reventar por el contenido y que debía pasar mucho para sus ya escasas fuerzas, puso encima de él un ramito de jazmines y se sentó con unprofundo suspirode alivio. El jadeo que la había acompañado los últimos metros, el cansancio y el dolor en las pantorrillas se calmaron. Su aspecto era muy pulcro, bien peinados los cabellos grises, rostro de facciones suaves, lindas, que las arrugas no desmerecían, pero que el leve maquillaje no conseguía disimular, como tampoco podía ocultar el pañuelo de gasa atado con arte y gracia al cuello, la flojedad de éste. Vestía y calzaba prendas de calidad, pasadas de moda y de uso que no negaban su presencia y esmero; completaba su atuendo una cartera que llevaba colgada de un hombro, con las mismas características de la ropa. La abrió y sacó un abanico de nácar y empezó a agitarlo cerca de su rostro, cerrando los ojos. Los volvía a abrir cada tanto, para mirar a su alrededor y al reloj de la iglesia , que tenía enfrente, hasta que las agujas de éste marcaron las siete y las campanas tañeron las mismas veces. Volvió a abrir la cartera, extrajo de ella un estuche y de éste un peine que pasó por su cabello, un lápiz de labios con el cual reforzó su color controlándose en el espejo. Le tomó unos minutos componer el peinado y el maquillaje ; cuando quedó conforme guardó todo lo que había sacado , se levantó y agarró con una mano el paquete, haciendo un gran esfuerzo para alzarlo y con la otra, tomó el ramo de flores. Lentamente, arrastrando una pierna fue hasta un edificio pegado a la iglesia y entró por una puerta que tenía a su costado un carte en que se leía: "REFUGIO FEMENINO".
las dos funcionarias la vieron y una comentó en tono irónico:
-Ya llegó Josefina y por el peinado, el pañuelito en el cuello y el perfume que le huelo desde aquí es notorio que otra vez se gastó buena parte del dinero de la pensión en frivolidades, y otra vez se atrasará en los pagos con la institución.
-Seamos indulgentes- le contestó su compañera en voz muy baja.
-Pero no es justo que los demás contribuyan con una cuota de dinero superior, si todos reciben lo mismo, porque a ella nunca le alcanza. Lo despilfarra. No entiendo esa consideración de las autoridades. Mirá lo que está haciendo: nos deja en el florero del escritorio unos jazmines. Asi quiere comprar nuestra gracia.
-No nos corresponde juzgar, Josefina fue siempre una mujer de muy buena presencia, no es extraño que quiera seguir así y sea para ella más importante su aspecto y el realizar gestos simpáticos.
Una de las mujeres que estaba en la fila le murmuro a otra
-Ahí llegó esa, con sus aires de gran señora, como si no fuera igual a nosotras.
-Y cargando ese paquete. Se lo lleva cada vez que sale. Tiene miedo que la robemos. ¿Qué guardará allí? ¿Sus reliquias? El resto lo tiene en el ropero con tres candados, mientras que a nosotras no se nos permite.
-Sus recuerdos de gran puta...¡que eso fue!- le murmuró incisiva otra.
-¡Por Dios! No hable así- contestó escandalizada una mujer que estaba a su lado - . Eso es una grosería muy injusta. Era una señora muy digna y caritativa. Dicen que esta casa la donó ella y contribuyó con mucho dinero mientras lo tuvo.
-Lo gastó como una loca, arruinando a la familia y por eso ahora debe vivir aquí- dijo una tercera- ¡Ya hubiera tenido yo sus oportunidades! Los que nacimos en cuna pobre sabemos lo difícil que es la vida si no se tiene apoyo.
-El marido resultó setr un tipo de esos que maltrataban a sus mujeres. ¡Qué cosas no le hizo! No debieron sacarle a los hijos , ni inventar historias sucias sobre ella. Estos la odian y no la quieren ni ver. Una madre es siempre una madre y debería mantener sus derechos. También eso es injusto y cruelo.
-¿Cuál de los maridos le hizo esa trastada? Porque tuvo unos cuantos con y sin libreta- comentó riéndose la que había hablado primero.
-Por lo que nos contó, no le faltaron admiradores- agregó suspirando la que salía siempre en su defensa- A más de una, cuando éramos jóvenes y bonitas les debió pasar lo mismo o les hubiera gustado que les pasara. Vivió en un mundo tan distinto al nuestro. Ella quiere guardar esos recuerdos. Yo ¿qué puedo guardar? Nunca tuve nada bueno... A mi me place escucharla.
A Josefina desde su último lugar en la fila , le llegaban los comentarios del grupo. No le importaban. EStaba acostumbrada, no era la primera vez. Caviló: ¡Qué crédulas son para todo lo que oyen! Pero a todas les interesan mis historias. Tengo que recordad algún otro capítulo de mi vida para contarles esta noche... o inventaré algo. Si supieran las veces que lo hice. Para el caso no importa- pensó, mientras una benévola sonrisa lograba abrirse en su rostro.
- Al menos, mi fantasía no ha sufrido deterioro.