LUCIO MUÑIZ
salvador
salvador
Cuántas tardes
transcurrimos en amigables discusiones
a medio entendimiento.
Ya no vamos a estar en la esquina
de Sarandí y Colón,
entre paredes generosas
formando un amplio espacio
que era/ casi todo/ de nosotros.
Las cuatro de la tardee
y hoy no salgo
ni voy sobre mis pasos
cruzando en diagonal la calle plaza,
donde en macetas,
mínimos jardines
pintaban la vidriera de tu casa.
transcurrimos en amigables discusiones
a medio entendimiento.
Ya no vamos a estar en la esquina
de Sarandí y Colón,
entre paredes generosas
formando un amplio espacio
que era/ casi todo/ de nosotros.
Las cuatro de la tardee
y hoy no salgo
ni voy sobre mis pasos
cruzando en diagonal la calle plaza,
donde en macetas,
mínimos jardines
pintaban la vidriera de tu casa.
Montevideo, marzo 10 de 2009
Bécquer Salvador Puig y yo mantuvimos una amistad de cuarenta y ocho años. Cuando más cerca estuvimos fue en los útimos seis o siete, y de 2006 a 2009. Durante el período de su enfermedad, hablábamos a diario o yo iba a su casa a menudo, tal cual hacía en los años sesenta, cuando además de juntarme con él lo hacía con Hernán, su padre. De ambos conservo innumerables recuerdos. No sabía que lo iba a extrañar tanto. A su muerte quedó algo así como puntos suspensivos , y en el contestador, dos llamadas de él que conservo y escucho con insistencia, haciendo de cuenta que está ahí, del otro lado, y una vez más invitandome a ir para mostrarme unas palabras, aunque éstas, "no entiendan lo que pasa".