Las novias perdidas, Novela de Ricardo Feierstein
PRESENTACION DE JUAN JOSE DELANEY *
Con su última novela titulada Las novias perdidas, Ricardo Feierstein da forma artística a la ilusión de muchos: recuperar la juventud perdida y el tiempo que alegremente uno suele dilapidar en esa sobrevaluada época de la existencia.
La idea, bien lo sabe el autor, no es original. Lo original aquí es su verosímil tratamiento, la maquinación de un relato creíble poblado por unos pocos actores que, ciertamente, reconocemos detrás de las máscaras.
Acaso el mérito mayor del relato sea la voz del narrador: franca, amable y, lamentablemente, convincente ya que la vida es así. Sin embargo el ánimo poético adquiere un sentido medular porque detrás de vidas y palabras simples aparece como revelador de experiencias comunes de nuestra condición. Así, breves e intensos pasajes vecinos a la filosofía y a la religión surgen como funcionales al contrapunto integrado por miserias cotidianas, la política de los noventa y la vil condición a la que, por culpas propias y ajenas, muchos son arrojados.
El barrio es el escenario pero se trata, en verdad, de un microcosmos que da cuenta de un espacio mayor. Los personajes, desde su fracaso, dan cuenta de una derrota grande que la posibilidad novelística insinúa como transitoria. Por eso el azar como leit motiv y la oscilación entre casualidad y causalidad.
Al final se queja el narrador: “Floto ahora en el vacío del sinsentido. De nada sirvió mi sabiduría callejera, contrastada con los poderes del mundo real. Quizá se trató del postrer triunfo de mi amigo Gonza. No sobre mí, pues cada uno de nosotros había hecho lo que creyó correcto. Sino, casi, de su postulado teórico: el azar vence a todo, incluso a la mentira.”
El buscador de Utopías cree también en las posibilidades de la palabra y, pese a su pasado gris de empleado bancario, se aferra a ellas: en la adolescencia, inaugurando un diario personal; durante la madurez, escribiendo versos, algunos de los cuales nos recuerdan al tragicómico Carlos Argentino Daneri. La contracara es la novela misma, reveladora de que, como se ha sugerido, lo único que finalmente dejamos son palabras. No por nada en algún momento leemos: “La vida es un error que sólo el arte puede corregir.”
Detrás de la narración toda –recorrida por un casi imperceptible humor sardónico–, subyace, constante y asertiva, la concepción de que siempre lo común es el fracaso. Tal vez porque, como alguna vez señaló Ernesto Sábato, nos pasamos el tiempo tratando de entender qué es la vida y cuando empezamos a comprenderla, llega el turno de morir. Pero en un estrato más hondo, insisto, en Las novias perdidas asistimos al triunfo de la escritura, que permanece más allá de nuestras pobres peripecias. Hay, además, en la esencia del libro un sabor a tango, y que la fuerza de su insinuada sabiduría campee constante prueba que lo porteño está en el carozo del texto.
Leemos al final de la historia: “A mí lo que me importa es vivir. Sí, vivir. Como Gonzalito. Su amor era melancólico, pero también bello. Quiero proseguir ese camino que inauguró. Quiero buscar la memoria de años felices que quizá puedan volver, aunque preñados con las trampas y resbalones de la nostalgia. Quiero quedarme en este lado de la oscuridad.”
Hay en Ricardo Feierstein un poeta: lo muestran su efectiva adicción a la escritura y su comunión con el verbo. Tal es la razón por la que su discurso plural –rico en aciertos como el texto cuya aparición hoy celebramos–, contribuye a iluminar el camino. Gracias por eso.
* Escritor y crítico argentino, docente de literatura en la Universidad del Salvador.
Las novias perdidas, novela de Ricardo Feierstein.
Buenos Aires: Galerna, 2011.
Stephen A. Sadow, PhD
Profesor titular de la literatura latinoamericana
Northeastern University
Boston, USA
Comencé a leer Las novias perdidas, la flamante novela de Ricardo Feierstein, el día que cumplí sesenta y cinco años, fecha significativa tanto en mi país, USA. como en la Argentina. ¿Una casualidad? No sé. Pero Javier “Javi” Pontevedra, el narrador de la novela y su interlocutor Gonzalo, “Gonza” o “Gonzalito” Pentrelli, debaten temas que a mí me tocan: la juventud “divino tesoro,” el “¿quién soy yo?” actual y el temor de “la tercera edad” venidera.
Con Las novias perdidas, Ricardo Feierstein ha creado una novela absorbente.
Entre las conversaciones entre Javier y Gonza y los comentarios del narrador, ha construido una narrativa filosófica y sicológica que tiene toques detectivescos y hasta fantásticos. Lo político también está presente en las referencias sobre el “vendepatria” Carlos Menem Gonzalito insiste en dirigirse hacia el pasado. Está irrefutablemente convencido de que tiene que volver cuanto antes a la época “dorada” de su adolescencia, aún si ello le cueste la vida. Además, siente la necesidad de reparar su pasado, corregir sus errores. Ya jubilado de un puesto bancario, vuelve a vivir en la zona de Villa del Parque, donde había pasado sus años tempranos. Allá reestablece su amistad con Javier, hombre que nunca se ha trasladado de ese barrio. Los dos pasan horas interminables en un bar de antaño que pertenece al “yugoslavo” Mirko. Por fin, Gonza, con el apoyo de Javier, emprende una serie de búsquedas extravagantes, seguro de que, a través de ellas, va a redescubrir, en la actualidad, a Martina. Cynthia y Cecilia, las tres “casi” novias con quienes, por su timidez, nunca llegó a intimar.
En mal estado físico cuando regresa al barrio, Gonza intenta todo lo posible para rejuvenecerse. Hace un régimen de ejercicios, baja de peso, cambia el vestuario y el color y corte de cabello, recurre a la cirugía plástica. Todo eso no es nada irregular entre los hombres maduros de hoy en día. Pero Gonzalito se distingue
por la intensidad de su obsesión. Llamado “el existencialista” cuando joven, él ha leído a Sartre y conoce la imagen del Ser Humano como “libertad en situación”: con autonomía de algún incierto Ser Supremo, es responsable por sus elecciones.
En contraste, Javier, vendedor de seguros fracasado, está resignado a una vida estancada; para él, el futuro es solamente una extensión aburrida de un presente incómodo. Es un hombre que acepta el hecho de tener poco control sobre su devenir. De carácter mentiroso y vendedor de seguros de profesión, manipula el lenguaje y la verdad para vender una póliza o ganar una disputa. Es un jugador experimentado de ajedrez, para el cual la vida es una serie compleja de apuestas y trueques.
La nostalgia es un personaje más en la Las novias perdidas. Las conversaciones giran alrededor de los recuerdos de Javier y Gonza. Y estos recuerdos están en un continuo estado cambiante. Brotan y desaparecen. Engañan y tienen valor. Tratan de la escuela primaria, momentos en la vida familiar, amistades, aventuras sexuales, personalidades de la zona, costumbres anticuadas y momentos históricos. Feierstein posee una extraordinaria habilidad para reconstruir escenas barriales y personajes típicos de épocas anteriores. Replica modos de hablar y jergas locales de antes y describe en detalle hasta los muebles y los juguetes. Gonza, Javi y Mirko tienen memorias que son muy agudas, repletas de detalles de momentos pasados hace muchos años. Pero hay un efecto Rashomón, a menudo no están de acuerdo sobre lo que realmente pasó en cierto incidente. A veces, no lo recuerdan.
No es sorprendente que acá Feierstein se haya enfocado en una época de la vida.
Sus primeras novelas reunidas en la trilogía Sinfonía Inocente (1979-1984) toman la forma de un Bildungsroman experimental que sigue la travesía del Lungo, un joven judío argentino que crece y se educa en Buenos Aires, se traslada con su esposa y sus dos hijos a un kibutz en la Galilea donde trabaja duro y participa en la vida kibutziana, y luego regresa a una Argentina cambiaday dictatorial, donde lucha para establecerse como arquitecto. En Mestizo (1994) el protagonista David Schneiderman, un judío bonaerense de cuarenta y tantos años, sufre amnesia después de observar un homicidio y con la ayuda de un psiquiatra, tiene que reconstruir la memoria de su vida entera y hasta las de sus antecedentes, recuerdo por recuerdo.
En La logia del umbral (2000), el brutal atentado contra la sede de la AMIA (Mutual Israelita Argentina) de 1994, a cien años de la llegada de la inmigración judía, sirve como bisagra para metaforizar ese siglo de coexistencia- muchas veces idílica, cada tanto problemática- de los integrantes de la colectividad en el país, bajo la alegoría de una logia de personas que habitan el umbral de la casa común, sin poder llegar al centro. Y en Consorcio Utopía (2007), un grupo de ex-militantes políticos se reúnen para establecer un proyecto inmobiliario donde puedan recomenzar la vida según los ideales que compartían décadas antes. Además, la colección de los poemas seleccionados de Feierstein lleva como título Las edades/The Ages (2005). En cada uno de estos libros, el autor describe y examina las etapas del desarrollo de la vida del ser humano, tal como fue experimentada por judíos argentinos y, más tarde en su obra, por gentiles argentinos.
Esta novela es, en parte, una meditación sobre el tener sesenta y tantos años, una encrucijada crítica en la vida de todos los que alcanzan esa edad. Al nivel metafórico, es una exploración de dos mitos--la edad de oro, que para Don Quijote fue un hecho histórico, un paraíso perdido de paz y belleza y la Fuente de Juvencia, la creída existencia de aguas que aseguren la juventud permanente que inspiró la búsqueda frustrada de Ponce de León. No obstante, la novela trata aspectos de la vida real de cada lector. ¿Quién no ha querido regresar a una vida protegida y optimista? ¿Quién no se ha preguntado sobre cómo habría sido su vida si tal o cual romance hubiera llegado a otro fin? ¿Quién no ha deseado rectificar un error de desde hace años? Así, no es difícil identificarse con Gonzalo Pentrelli y sus obsesiones.
En fin, Las novias perdidas es una novela intrigante y poderosa que provoca al lector a reflexionar sobre su propia adolescencia y sus novias (u oportunidades) perdidas y, a la vez, lo fuerza a confrontar con su situación actual.